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Corrida

Selección de poemas de Miguel Hernández

Cartel

Gabriel de las imprentas:
yedra cuadrangular de las esquinas,
cuelga, anuncia sonrisas presidentas,
situaciones taurinas.
Un sol de propaganda, el sol posible
nada más, asegura,
jura para tal día.
Y un toro de pintura,
el más viudo y varonil terrible
que halló el pintor en su ganadería,
a un sombrero amenaza,
del gozo espectador seña presunta,
con una doble punta
de cornadas que nunca desenlaza.


Plaza

Corro de arena: noria
de sangre horizontal y concurrencia
de anillos: sí, ¡victoria!
de la circunferencia.
Palcos: marzos lluviosos de mantones
nutridos de belleza deseada.
Acometividad de los tendidos:
por las curvas, si no por los silbidos,
humanos culebrones
ordenan su inquietud de grada en grada.
Sol y sombra en el ojo y el asiento:
avispas de momento.
A los toriles, toros,
al torero le exigen el portento
y caballos de más al as de oros.


Toro

Copiosa de azagayas,
provisión de furores,
urgentes tras los cuernos,
recomiendan clarines
a una arena sin playas,
era de resplandores
con parva de carmines
manejables y alternos.


Toro y caballos

Si las peinas elevan las mantillas,
si las mantillas damas,
si las damas elevan -¡banderillas!-
las masculinas bramas,
el negro toro, luto articulado
y tumba de la espada,
caballos sólo ciegos por el lado
por que habrán de morir, y picadores,
hacen casi celestes, si las varas
sus obstinados carmesís mayores.


Toro y banderillero

Pródigas en papeles, pero avaras
en longitud y acero,
la presencia corriente del arquero
citan, si su atención anteriormente,
verdes prolongaciones y amarillas.
Pero el banderillero,
gracia, sexo patente,
si lo busca de frente,
en primorosos lances
curvo, para evitar rectos percances,
de pronto lo rehúsa,
palco de banderillas,
que martrimonia en conjunción confusa.


Toro y peón

Huyendo de las cóleras mortales,
sin temor a lucir su mucho miedo,
tablas para el peligro pide al ruedo,
redondos salvavidas terrenales;
mientras el toro alza
la que su frente calza
aviesa media vuelta
más caliente, más pita y más esbelta.


Toro y torero

Profesando bravura sale y pisa
graciosidad su planta:
la luz por indumento, por sonrisa
la beldad fulminante que abrillanta.
Sol se ciega al mirarlo.
                                   Galeote
de su ciencia, su mano y su capote,
fluye el toro detrás de sus marfiles.
Concurren situaciones bellas miles
en un solo minuto
de valor, que induciendo está a peones
a la temeridad como tributo
de sus intervenciones.
Se arrodilla, implorante valentía,
y como al caracol, el cuerno toca
a éste, que en su existencia lo hundiría
como en su acordeón los caracoles.
La sorda guerra su actitud provoca
de la fotografía.
Puede ser sonreir, en ese instante
crítico, un devaneo;
un trágico desplante,
-¡ay, temeraria luz, no te atortoles!-,
hacer demostraciones de un deseo.
Heroicidad ya tanta,
música necesita:
y la pide la múltiple garganta,
y el juzgador balcón las facilita.
Muertes intenta el toro, el asta intenta
recoger lo que sobra de valiente
al macho en abundancia.
¡Ya! casi experimenta
heridas el lugar sobresaliente
de aquel sobresaliente de arrogancia.
¡Ya! va a hacerlo divino.
¡Ya! en el tambor de arena el drama bate...
Mas no: que por ser fiel a su destino,
el toro está queriendo que él lo mate.
Enterrador de acero,
sepulta en grana el arma de su gloria,
tan de una vez certero
que el toro, sin dudar en su agonía,
le da para señal de su victoria
el miembro que aventó moscas undía,
mientras su muerte arrastran cascabeles.
-¡Se ha realizado! el sol que prometía
el pintor, si la empresa, en los carteles.

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